La brecha digital de género limita la presencia de mujeres en empleos más intensivos digitalmente y mejor remunerados, al tiempo que las condena a desempeñar profesiones con mayor riesgo de automatización. Está relacionada también con la distribución desigual de las responsabilidades familiares, que reduce las posibilidades de las mujeres de dedicar el tiempo necesario a la formación y actualización de su currículo frente a las exigencias de la nueva economía.
Esta desigualdad conlleva la precarización del mercado laboral femenino y la insuficiente diversidad de género puede desembocar en un diseño del futuro basado excesivamente en una visión androcéntrica. “La tecnología no es neutra y, de no actuar para contrarrestarlo tiende a reproducir los sesgos de género que existen en la sociedades reflejando patrones de discriminación violencia y desigualdad.”
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en un estudio sobre rutas y desafíos para cerrar las brechas de género en materia de habilidades digitales, identifica los siguientes “nudos estructurales de la desigualdad” que condicionan el uso y acceso de las tecnologías y el desarrollo de habilidades digitales de las mujeres.
- Menor acceso de las mujeres a sectores dinamizadores con alto contenido digital y tecnológico.
- Sobrerepresentación de mujeres en hogares pobres lo que limita su capacidad de pago de conectividad y dispositivos especialmente en zonas rurales.
- Sobrecarga de tareas de cuidado condicionan el uso del tiempo para actividades de aprendizaje continuo.
- Menor presencia de mujeres en carreras STEM.
- Persistencia de violencia de género en formatos digitales
- Estereotipos respecto a falta de capacidades de niñas y mujeres para el uso de la tecnología.
- Subrepresentación de las mujeres en desarrollos tecnológicos.
- Sesgos de género en creación de algoritmos y procesos de inteligencia artificial.
Según otro estudio de la CEPAL, antes de la pandemia el porcentaje de uso de Internet era bastante heterogéneo entre los países de la región, con valores superiores al 80% en países como Uruguay y Costa Rica, frente a menos de un 50% en Cuba y Guatemala. El porcentaje de acceso a Internet no presenta grandes diferencias entre hombres y mujeres, con excepción de El Salvador, Perú y Guatemala, donde la diferencia a favor de los hombres es de más de 10 puntos.
En África Oriental, la situación refleja desafíos similares. Un estudio realizado por la Alianza para el Acceso Asequible a Internet (A4AI) muestra que, en países como Kenia y Uganda, las mujeres tienen un 34% menos de probabilidades de acceder a Internet en comparación con los hombres. Esta brecha de género en el acceso a Internet se ve agravada por factores como la pobreza, las normas de género y la baja alfabetización digital.
Al igual que en América Latina, en África Oriental la brecha de género en competencias digitales es más pronunciada en niveles educativos superiores. En Tanzania, por ejemplo, las niñas tienen menos probabilidades de seguir estudios en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), lo que reduce su presencia en sectores de tecnología y en la toma de decisiones sobre el desarrollo de nuevas tecnologías.
Estas desigualdades no solo afectan el desarrollo económico de las mujeres, sino que también limitan la diversidad de perspectivas en la creación de tecnología, perpetuando un ciclo de exclusión y desigualdad en el diseño y uso de herramientas digitales.